José Blanco urde el poszapaterismo con la adhesión de Rubalcaba

Demasiado para el body lo que cuece en la sombra el PSOE. Faltan claves pero del cierre de filas en torno al líder se ha pasado a una amplia sensación de puesta  a punto del día después. El zapaterismo se tambalea. Y lo que ya excesivas voces del partido están planteando abiertamente es el poszapaterismo. Salen a relucir crecientes fracturas en las federaciones regionales socialistas. Los climas convulsos han prendido en Madrid, pero también en Cataluña, Valencia, Murcia, Asturias, Andalucía… Y así podríamos seguir ad infinitum. A José Luis Rodríguez Zapatero empieza a fallarle casi todo y poco puede quedar de aquel que poco antes de afrontar el verano mostró su rostro optimista en una fiesta de cumpleaños a la que asistió.

Humo. Puro humo. Tanto es así que José Blanco, cuya fidelidad a Zapatero aún está fuera de dudas, parece encaminado a plantear abiertamente una suerte de poszapaterismo vigilado, una especie de transición, con la vista puesta a salvar los pocos muebles que queden del PSOE una vez llegue la madre de todas las debacles electorales con estación previa en las municipales y autonómicas. Lógico. Hay miedo al vacío en que el partido quedará si el "jefe" realmente cae. De otra forma no se entiende, por ejemplo, la forzosa retirada a mejor vida del presidente de Asturias, Vicente Álvarez Areces, para sustituirlo por un tal Fernández de nombre Javier.

El mismo Blanco se encargó de hacerle ver a Álvarez Areces su pecado de ir por libre y le colocó en la disyuntiva de "o renuncias a la candidatura por las buenas o lo harás por las malas", después de haber ostentado el cargo durante tres legislaturas. El aún presidente se plegó con la promesa de una embajada a la voluntad del "vice" del socialismo deseoso de situar a uno de sus agradecidos peones como cabeza de cartel. Si algo define a Javier Fernández es su pésima relación con Vicente Álvarez Areces y poco más.

Tres cuartos de lo mismo ocurre con Celestino Corbacho de regreso en breve a Cataluña. A nadie se le puede pasar por la cabeza que la ambición del por poco tiempo ministro de Trabajo sea la de calentar el escaño en el Parlamento de Cataluña. Minucias. Más bien su itinerario vital es el de reemplazar, llegado el momento, a un derrotado José Montilla y evitar así que el PSC se escape definitivamente del control de Ferraz. Insisto. La estrategia de José Blanco parece ser la de atar al partido ante la travesía del desierto.

Y ello en alianza con un superviviente nato como Alfredo Pérez Rubalcaba, uno de los principales impulsores en la sombra de la candidatura de Trinidad Jiménez a la Comunidad de Madrid. Ciertas encuestas internas proyectaban mejores resultados para el ministro del Interior que los de su colega de Sanidad. Pero Rubalcaba, tipo curtido en tantas lides, supo maniobrar ante su socio Blanco para evitar el cambio de empleo. ¿A cambio de su ayuda para seguir caminando sobre moqueta tras un Zapatero empujado por el despeñaperros de las urnas?

Pocas veces se ha visto a un vivo aparecer de forma tan llamativa como cadáver. Algo se cuece y, quizá, se abra un camino sin retorno. Así parece ir el PSOE, saliendo de José Luis Rodríguez Zapatero y buscando dejar el poszapaterismo atado y bien atado

Ricardo Rodríguez   (El Semanal Digital.com)